32. Así vivimos La Revolución de octubre del 34.

 32. Así vivimos La Revolución del 34

En octubre de 1934, que es cuando el Partido Socialista dio el golpe de estado que tanto sufrimiento produjo, vivía nuestra familia un momento de bonanza económica. Matilde era Maestra Nacional y estaba casada con Prudencio Vallina, también Maestro Nacional, mi hijo Manolo era funcionario de hacienda, Adelaida estaba casada con Manuel S, que era Policía. También vivían con nosotros Juaco, maestro nacional en excedencia, Enrique y Pablo, los tres menores solteros, trabajaban en la Academia San Isidoro y estudiaban. Yo gerenciaba la Comparativa que funcionaba muy bien, y no había demasiados gastos en la casa. Habíamos comprado la casa de Teatinos a una prima de Matilde, la casita es un adosado de un complejo que en conjunto estaban proyectadas unas 70 viviendas que rodearían una zona común. Esta zona central era mayor que un campo de fútbol, en esa fecha sólo se habían construido siete de la setenta, la Guerra Civil trajo una ruina que malogró ese proyecto. La casa tenía en la parte de delante una cancela que cerraba una terraza de unos veinte metros y en la trasera unos cincuenta metros de patio.

Hago aquí una anotación, ya no habla mi abuelo ahora hablo yo, Joaquín Echeverría Alonso. Ya conté que la prima de mi abuela Matilde que le vendió la casa era del colectivo Vizcaíno de las fábricas de armas.

La carga económica de adquirir la casa era soportable y la sensación de tener una vivienda propia, por primera vez, me resultaba muy confortable. Además cabíamos bien, debéis tener en cuenta que ya mis cuatro hijos varones eran adultos y necesitaban cierto espacio.

Habíamos vivido en la calle la Lila, al mejorar nuestra situación económica nos habíamos mudado a una casa nueva, en la calle Martínez Vigil. Pero Matilde, siempre inquieta, había sabido que su prima vendía una casa adosada, también nueva y nos habíamos mudado a Teatinos, en las afueras. Aunque sea repetirme es necesario repetir estos aspectos, porque la ubicación de nuestra vivienda condicionó las decisiones que tuvimos que tomar a causa de la inseguridad que ocasionó el Golpe de Estado y el odio que se generó.

Enrique y Pablo trabajaban de 9 a 9, con dos horas de parada a la hora de comer. Juaco también trabajaba en la academia, pero menos horas porque iba a clases en la facultad de Químicas. Enrique era el jefe de estudios y por ello el que recibía a los padres de los alumnos.

El día del golpe de estado dado por el Partido Socialista, Enrique salió de casa temprano, como todos los días, para abrir la Academia, él era el portador de las llaves. Como profesores, él y sus hermanos vestían la ropa convencional, adecuada para ese trabajo, traje con corbata y sombrero de ala. Ese día la Corrada del Obispo estaba ocupada por los mineros, se preparaban para tomar Oviedo.

Un grupo acorraló a Enrique y uno de ellos con una pistola amenazaba con matarlo, le decían: -Te vamos a matar señorito- acompañando la amenaza con todo tipo de blasfemias.

Una señora que pasaba por allí se lio a paraguazos con el grupo de mineros y los dispersó, llenándolos de imprecaciones. Unas horas después ya no tuvieron tanta suerte los pobres vecinos de Oviedo que cayeron en manos de las hordas ebrias de éxito, de sangre y supongo que de alcohol. La imagen de Oviedo tras la ocupación de los socialistas en armas era peor que la de Guernica después del bombardeó. Ese día comenzó la Guerra Civil en nuestra casa. No estábamos dispuestos a permitir se repitiera sin ofrecer la resistencia que pudiéramos.

La ocupación de Oviedo, como dije, duró dos semanas y fue abortada por Los Regulares que mandaba López Aranguren. 

La huelga estaba programada para el 5 de octubre, pero fue la excusa de los anarquistas, comunistas y socialistas de Asturias para crear una revolución organizada, en realidad fue un golpe de estado en toda regla, fuera de Asturias duro menos de un día, como en Barcelona o las dos horas del intento de asalto a la Presidencia del Gobierno en Madrid.

En Oviedo el golpe de estado no fue sofocado, en mi opinión por la cobardía del Gobernador Civil, que obligó a los militares a poner todas las dotaciones a defender el Gobierno civil y no afrontar la represión de los sublevados. Los militares inmovilizados por el Gobernador Civil hicieron alguna intentona. Camilo Alonso Vega con unos pocos soldados salió y quemó el periódico socialista y contribuyo a crear algún desorden más, pero ahí quedó todo hasta la llegada de los Regulares y la Legión. 

El Gobierno envió la Legión contra los insurrectos comandada por el general López Ochoa. La villa de Mieres fue el último reducto, cayó el día 18. La represión subsiguiente consistió en: dos ejecutados y unos 30.000 presos. El golpe de estado dejó más de 1500 asesinados, 35 de ellos sacerdotes y muchos religiosos regulares, en Pola de Lena se expuso en la plaza los cadáveres de los padres marianistas muertos, colgados de ganchos de carnicero, con un cartel que rezaba: “se vende carne de cerdo” 

Como decía la ciudad de Oviedo quedó devastada, quemaron la Universidad, algunos de los libros que se perdieron son irrecuperables, por ser ejemplares únicos, muchos incunables ardieron ese día. Intentaron volar la Catedral, pero solamente destruyeron la Cámara Santa. Que era la capilla románica embrión de todo el conjunto catedralicio. 

Nuestra familia se quedó confinada en el tercero de Martínez Vigil 7, desde las ventanas vimos algunas escenas. Ya sabéis que desde las ventanas se veía la Fábrica de Armas. La calle que lleva a la Iglesia de la Corte. La trasera del local de la Cruz Roja que estaba entonces en la calle Argüelles, el monte del Naranco, la calle Ingeniero Chávarri, vamos que se veían unos cuantos lugares más o menos estratégicos.

 Contaré dos anécdotas de lo visto desde las ventanas de Martínez Vigil por lo curioso de la situación. Las dos tienen que ver con el puesto de la Cruz Roja de la calle Argüelles.

Como ya he dicho en la calle Argüelles había una sede de la Cruz Roja, en ese tiempo la Cruz Roja estaba atendida por soldados de reemplazo. Los mineros atacaron el puesto y los soldados que estaban allí no tenían armas ni con qué defenderse, huyeron por la trasera donde tenían un patio y saltaban una pequeña valla. Pero no advertían que tras la valla de medio metro, había un desnivel de dos metros e iban cayendo y amontonándose debajo, como en una escena cómica de película muda.

Otra escena fue como un soldado de la Cruz Roja herido, llegó a unas “casas baratas”, que era como se llamaban las casas de “promoción social” que estaban tras el patio de la casa de la familia. Cuando las mujeres de esas casas vieron que venía los mineros a por el soldado herido, lo desnudaron, literalmente, le quitaron la ropa, como si pensaran que despojado del uniforme ya no era reo de persecución, como si ya no fuera soldado una vez desnudo. Cuando los mineros intentaron apresar al infeliz, este fue metido en una casa y un piquete de mujeres se enfrentó a los mineros, taponando el portal, e impidió que apresaran al soldado, que no era más que un infeliz que hacía “la Mili”, que ya sabéis que eran soldados de reemplazo, es decir de leva, sin ningún tipo de responsabilidad y ni siquiera eran movilizados para el uso de armas, eran soldados reclutados para la Cruz Roja.

En los sótanos de Martínez Vigil 9, se refugiaron soldados escapados de la Cruz Roja, nosotros vivíamos en el número 7. Los mineros estaban avasallando a todo el mundo aterrorizando con sus amenazas y abusos, disparaban alegremente y su inexperiencia en el uso de las armas los hacía temibles. Detuvieron al propietario y lo amenazaron por haber refugiado a unos falangistas. No lo mataron, pero ya nunca volvió a ser él mismo, se ve que el terror le hizo perder facultades. No volvió a ser el hombre emprendedor que había tenido éxito en los negocios. 

Años más tarde, al implantar el régimen de Franco las cartillas de racionamiento para paliar la escasez, él no entro en el estraperlo y al no entrar en esa vía, se quedó sin la clientela más pudiente que apetecía productos escasos, que sólo ofrecían los estraperlistas a precios no regulados para beneficio de los comerciantes irrespetuosos con la ley. Me he extendido con Juan Alonso, porque tendrá un cierto protagonismo en un episodio más adelante.

Durante nuestro encierro por el terror impuesto por los revolucionarios, tuvimos tiempo de pasar angustia y rabia por la impotencia de no poder hacer nada contra aquel abuso y también de opinar, hacer cábalas en la casa y comunicar con los vecinos por las ventanas.

Nos pilló en casa a todos menos a Adelaida y lo suyos, Matilde y Prudencio estaban en casa cuando estalló. Prudencio era simpatizante del partido Socialista, conocía y era conocido y respetado por su cultura en ese medio, pero no quiso tener nada que ver con el golpe de estado y permaneció en nuestra casa todo el encierro. Me decía cuando vimos el despliegue de los regulares en el Naranco: -Esto no va a durar nada. Ya antes de que llegarán las tropas me había dicho: -En cuanto quiera el gobierno acaba con esto. Yo le había dicho: -¿Porqué estas tan seguro?. Me dijo: -tu conoces a los militares, pero yo conozco a los Socialistas, son un desastre, no tienen disciplina ni la mínima capacidad de organizar nada que funcione, se descontrolará todo y no obedecerán a nadie, será un autentico desastre-.

Cuando se impuso el orden la vida volvió a la normalidad poco a poco, Oviedo había sufrido muchos daños. Se comenzó a buscar responsables y a indagar quienes estaban involucrados en el golpe, buscar a los responsables de los asesinatos y estragos, etc.

Se presentaron policías en mi casa y vinieron a buscar a mi yerno Prudencio, lo llevaron detenido y tuve que presentarme en comisaría a testificar que había estado durante todo “el desorden” en mi casa, Manuel S, que como dije era policía, me ayudó a aclarar las cosas.

Una de las cosas que vivimos con entusiasmo fue el despliegue de Los Regulares en el monte Naranco, con la vistosidad de sus capas de colores, con cuanta ilusión lo vimos asomados a la ventana del comedor, llamamos a los niños Manolín y Mati para que no se perdieran el espectáculo, ya no teníamos miedo como hasta ese momento a que ningún malnacido disparara contra las ventanas. 

En las zonas mineras al hacer los repartos de víveres en seguida se acabaron los almacenados y pasó a haber escasez, junto con acopio en las casas de los dirigentes que acapararon. La entrada de las tropas y liberación de la ocupación roja permitió aprovisionar al comercio, aunque en seguida llegó la escasez a las familias de los revolucionarios detenidos, que al no llevar éstos el jornal a casa, se cobraba a la semana, no había con qué comprar.

El golpe de estado de 1934 dejó una impresión indeleble en la ciudad de Oviedo que vivió con horror el Terror Rojo y nos hizo sentir la necesidad de saber que tal vez un día tendríamos que defendernos. Pero en mi familia la situación con los hijos adultos y trabajadores fue un momento de optimismo porque concurrían ingresos de mis hijos, personas que apenas gastaban. Uno de los socios de la Academia San Isidoro decidió vender su parte y se la ofreció a Enrique que era el que más presencia tenía allí.

Contaré este asunto porque la vida está llena de circunstancias o casualidades. Como decía, la Revolución del 34 dejó asustada a mucha gente en Oviedo, uno de los socios de la academia estaba descompuesto, asustado de ir a trabajar cada día, se dio la casualidad de que durante una conferencia telefónica, que así se llamaba entonces a conversar a distancia, cayó un rayo y el tuvo la sensación de que por su auricular había salido una chispa, se asustó de tal manera que necesitó días de reposo y a la vuelta a la academia se encontró con Enrique y le ofreció venderle su 50%. Este hombre llevaba todo el peso de la administración y como jefe de estudios el trato con los padres, el otro socio figuraba como director.

Fue un golpe de suerte, en ese momento la academia pagaba un montón de trabajo a la casa, pero obtener además la mitad del beneficio era una cantidad considerable y de ese modo llegamos a la Guerra Civil con unas reservas nada despreciables.

En estos días en que me apresuro a recoger datos para esta crónica, no pierdo ocasión de sacar información de mis hijos, Manolo está disponible todos los días, pero Enrique solamente viene a Oviedo de vez en cuando, a Pablo lo veo con algo más de frecuencia y con Juaco mantengo correspondencia relativamente frecuente, a las chicas las veo más, pero no demasiado, así es que me temo que resulto algo pesado pidiendo detalles.

Pasada La Revolución vivimos con preocupación la deriva política, la obstrucción de Alcalá Zamora al gobierno y la creación de un espíritu de conmiseración de la gente con los revolucionarios presos. La palabra “probinos” que se usaba en la calle, en Oviedo, para compadecerlos me sacaba de quicio, ya expliqué que a título personal entiendo la lástima que merecen las personas que por lo que sea se encuentran en una situación lamentable, pero los causantes de tanta muerte y desgracia deberían pagar su culpa y servir de lección para que no se volviera a repetir.

Por otro lado la preparación del golpe de estado, con tantos aspectos que se fueron conociendo, como cuando habían aparecido aquellas cajas con fusiles en la playa de Soto del Barco. Las cajas estaban rotuladas solamente con las palabras YIBUTY TRANSITO y que habían sido denunciadas a la guardia Civil por un concejal socialista que no sabía que era material adquirido por su partido, eso había dado mucho escandalo y lugar a especulaciones de quien estaba preparando otro golpe, en el 33 había fracasado el encabezado por el general Sanjurjo.

También se supo que el día previo al golpe del 34, la familia Herrero fue puesta a buen recaudo, por si incontrolados pudieran cometer barbaridades con ellos, eso dio que pensar, se decía que Herrero había financiado el golpe. ¿Quien le hubiera dicho a don Policarpo que sus hijos pudieran hacer tal vileza?. Lo mismo que familias de los políticos implicados, que llevaban una vida próspera, fueron sacadas de sus casas, no fuera a ser que sufrieran abusos de los barbaros incontrolados.

Después del golpe la realidad fue que la vida fue relativamente plácida hasta el escándalo de la ruleta de Strauss y Perle, del que se acusó a políticos del partido de Lerroux, Partido Republicano Radical, que tenía el gobierno con el apoyo de la CEDA. 

Finalmente sucedió lo peor, lo que nos temíamos. El presidente de la república, Niceto Alcalá Zamora convocó elecciones para evitar que gobernara la CEDA, que era el apoyo del gobierno de Lerroux, pero que tenía más diputados que los radicales y era quien por número de diputados debería haber gobernado desde las anteriores elecciones.

Como la gente joven no conocéis esta problemática, el resumen es que la CEDA era un partido monárquico y don Niceto opinaba que por eso no tenía legitimidad para gobernar, fue presionado por la oposición para evitar que siguiera habiendo un gobierno conservador. Azaña le prometió que seguiría en el cargo si ellos formaban gobierno. Convocó elecciones, disolviendo el parlamento.

Todos estos acontecimientos los vivimos en la casa con preocupación. Nosotros no nos decantábamos en bloque por ningún partido concreto, pero desde luego todos nos decantábamos contra los partidos marxistas, que creíamos que eran un peligro y más después de haber vivido el terror impuesto por éstos durante el golpe de estado.

Cuando llegaron las elecciones de febrero, nos entró una preocupación muy grande, en Oviedo había habido rotura de urnas y muertes el día electoral, un linchamiento en Teatinos de un falangista, identificado como tal por un piquete socialista.

Al conocer el resultado de las elecciones que le daba la gobernabilidad al Frente Popular, una coalición de toda la izquierda totalitaria, se produjo una reacción entre mis hijos muy virulenta. Se discutía en la mesa de política, más bien de qué hacer.

Enrique, el más impulsivo dijo: -El único partido que dio la talla fue Falange, que defendió sus pegadas de carteles electorales y sus carteles, aunque eran pocos, repelieron la violencia de los piquetes, hay que apoyarlos-

Mi hijo Manolo se había afiliado a las juventudes monárquicas.

Un día Enrique llegó a comer y nos dijo: Os he afiliado a todos a Falange, también a Germán. Lo miré y me dijo: -a ti no papá, tu eres militar y los militares no debéis militar en política.

Estaba contento, nos contó la anécdota de como lo habían recibido en Falange. Cuando llegó sólo había una persona en la sede, le dio las fichas para rellenar, las cumplimentó y pagó las cuotas. 

-El que me atendió me dijo: “Que bien ya tenemos para pagar al Carpetu”. Creo que no son más que unos pocos y no tienen un duro, pero son los únicos que oponen verdadera resistencia, ya lo visteis los de la CEDA no tienen sangre en las venas.

El Carpetu era un impresor que había hecho carteles electorales, entre ellos el de Falange.

Germán era un chico de 16 años que había sido alumno de la academia y además daba clases allí, es decir, era profesor de la academia y al no vivir su familia en Oviedo se lo sentía como un protegido de nuestra casa.

Desde esas elecciones la casa pasó a ser un hervidero de discusiones o intercambio de opiniones e informaciones. Se perdió la tranquilidad, las tertulias literarias casi desaparecieron la política lo era todo. Los estudios decayeron notablemente. Ese junio Enrique no se desplazó a Madrid a examinarse, le quedaban dos asignaturas para terminar la licenciatura.

Mis hijos, robando tiempo a la academia, se dedicaron a relacionarse con Falange y con personajes activos en el activismo antigubernamental.

Estaba habiendo asesinatos selectivos de personajes populares por sus ideas conservadoras. Cuando asesinaron a principios de junio al doctor Álvarez, El Gobernador Civil ordenó que el entierro se celebrara a las siete de la mañana, nosotros habíamos vuelto a vivir a la calle Martínez Vigil, pero al número 9, era una casa más nueva y más espaciosa que la del número 7, donde habíamos vivido antes de ir a la casita de Teatinos. Nos parecía que con la atmósfera enrarecida y los asesinatos que se estaban cometiendo, ir a trabajar desde Teatinos era poner en riesgo nuestras vidas.

Volviendo al entierro del doctor Álvarez, los hombres de la casa madrugamos para ir, al salir a la calle vimos que estaba llena de hombres e interpretamos que eran obreros de la fabrica de armas que se dirigían al trabajo, pero no. Bajamos en aquella marea humana y al dejar atrás la fábrica de armas, vimos que la gente seguía nuestro camino del entierro. Ese día descubrí el clima de irritación de muchas personas contra el Frente Popular.

Enrique era el más activo en el hervidero político y no sé porqué vía tomó contacto con los suministradores de tramoya del Teatro Campoamor y por esa vía fue comprando algunas armas, aunque no sé por que conducto apareció en casa un máuser, al final yo estaba preocupado, porque por mi profesión conozco el dicho: “en un cuartel se disparó una escoba”, que era una advertencia para que los reclutas tomaran respeto a las armas y evitar accidentes tan trágicos como estúpidos, que a veces ocurrían.

Recientemente he conocido una carta que escribe un teniente de caballería a su hermano, seminarista jesuita en Bélgica, en España se había expulsado a esa orden religiosa. La transcribo tal cual, para que se vea el clima político que estábamos viviendo en España en esos momentos.

25.V.1936 Mi querido Antonio:

Antes de venir a este regimiento en el que estoy en calidad de preso, leí tu carta muy interesante, que me gustó o muchísimo, veo que gracias a Dios estás muy contento en el estado que has elegido y eres feliz en él como somos todo el que abraza la profesión que cree es para la que Dios le ha hecho.

Como sabías por lo que me dices en la tuya, estuve en Valencia participando en el concurso hípico. No me iba mal en él, ya que había ganado un premio cuando me enteré de la muerte de la tía María Cristina (q.e.p.d.) y me fui en seguida a Madrid. Llegué el día 18, día en que se celebraba el funeral; ese mismo día me enteré de los sucesos de Alcalá qué habían motivado la prisión de todos mis compañeros. Supongo que ya te habrás enterado de cuáles fueron pero si no lo sabes que haré un resumen.

El día 16 se vieron obligados en la plaza del pueblo a sacar sus pistolas para defenderse unos oficiales. Uno de ellos tuvo que disparar e hirió a un muchacho. A los pocos momentos pasaba por allí un capitán en bicicleta y una multitud lo siguió disparando contra él. Pudo llegar a su casa, situada a un kilómetro del pueblo y después se defendió con una escopeta; hirió a seis de los asaltantes y en vista de que le quemaban la casa cogió a su mujer y tres niños el mayor de siete años y saltando por detrás se fue campo a través hasta salir a la carretera donde lo recogió un camión de Asalto. Como consecuencia de esto, y al parecer a instancias del pueblo, la siguiente noche recibieron orden los coroneles de que al día siguiente sería un regimiento destinado a Salamanca y el otro a Palencia. Dado el ambiente en que estaba el pueblo dijeron los oficiales que no podían dejar a sus familias allí y que solicitaban una prórroga de 48 horas para levantar sus casas. El General les ofrece esta prórroga y todos tan contentos se disponen a hacer el traslado. Pero al día siguiente, el día 18, se presenta muy temprano el General de la división en el cuartel y dice que en nada de prórroga y que salir inmediatamente. Como puedes figurarte nadie se atrevía a salir dejando las casas en esas condiciones y se negaron a salir. En mi regimiento desde el coronel hasta el último teniente y en el otro regimiento todos menos unos pocos cerdos, perdona la palabra, que dijeron que si iban. Ponen dos coroneles en seguida en los regimientos y con ellos y los de la escala de reserva y los dos o tres cerdos que quedaban de la activa embarcaron los regimientos. Todos los demás quedaron arrestados en sus casas y a las pocas horas los trajeron a prisiones militares de aquí.

Yo llegue el día 19 a Alcalá, me presenté a General y le dije que yo era compañero de mis compañeros. A las dos horas fui detenido y me trajeron a prisiones pero por no haber ya sitio en el cuartel me han traído con otros ocho o a este regimiento donde gracias al imponderable amabilidad de los jefes y oficiales de Ingenieros que lo mandan, estamos estupendamente atendidos.

Hoy ha comenzado la vista de la causa contra los dos coroneles, un teniente Coronel, 4 comandantes y un capitán. El fiscal ha pedido la absolución para uno de los coroneles, el teniente coronel por estar enfermo y el capitán por retirarle la acusación. Pena de muerte para mi coronel (D. Plácido Gete) y 22 años de prisión para los comandantes (Latorre, a Ocaña, Pita Veiga y Arroyo). El consejo se ha quedado a deliberar y estamos desde hace unas horas esperando el fallo, que por ser consejo sumarísimo es inapelable. Antes de sellar esta carta te diré la decisión en ella. Dios quiera que se resuelva bien. A los demás aún no nos han tomado declaración, de modo que no sé cuál será nuestra suerte. Enrique está en la cárcel pero está muy bien según me dice rosario cuando va a verle y pasa luego a verme a mí.

Si no fuera por la preocupación que más que por mí, tengo por mis compañeros, aquí estoy bien. Hacemos gimnasia, tenemos nuestras visitas, rezamos el rosario en común y comemos muy bien.

Lo que más sentiría es quedarme sin carrera no por la parte material si no porque es como tú sabes, mi mayor ilusión y en estos tiempos difíciles se hace mucha falta a la patria en ella.

En fin, que sea lo que Dios quiera. A mí me queda la satisfacción de haber actuado como me dictaba mi honor y a donde quieran que vaya y iré con mi conciencia muy tranquila.

Antonio ¡cómo está nuestra pobre España¡ es algo horroroso. Pedir muchísimo por ella, si Dios no se apiada, no sé adónde vamos a ir a parar. Y en este plan de ir deshaciendo todo lo bueno que queda en el ejército y en las demás actividades, dentro de poco no sé cómo podrá levantarse esto. Bueno si lo sé, Antonio sí lo sé, con la fé que nos queda y con la promesa del sagrado corazón que un día vendrá a reinar. ¡Viva España!, ¡Viva España! y ¡viva España!

Un abrazo de tu Hermano

Perico

P. S. Me han dicho que por fin han pedido doce años para mi coronel y tres comandantes, tres años para el comandante Arroyo y absolución para los otros tres.

Sigo con la explicación de las consecuencias del golpe de estado

He recogido esta carta de forma literal, porque recoge el clima revolucionario que se vivía en España esos meses, con el acoso a todos los ciudadanos de orden y la falta de respeto absoluto a las leyes y a las personas a las que consideraban una fuente de resistencia para la tiranía del Frente Popular. La circunstancia de cómo llegó esta carta a mi poder es curiosa. Mi hijo Andrés, como relataré más adelante, como teniente responsable de un tren hospital llevaba y traía heridos al Hospital Marqués de Valdecilla en Santander y allí conoció a unas enfermeras voluntarias y una de ellas con la que mantuvo contacto se la dio hace unos años. La escribe su hermano Perico, que fue asesinado en Madrid, “paseado” y abandonado su cadáver en el paseo de Extremadura en agosto del 36. Tal vez un día podremos saber algo más de este asesinato, pero en Madrid fueron tantos los masacrados sin juicio por los rojos, que es una historia inabordable.

En ese tiempo nuestra vida quedo suspendida y no vivíamos fuera de las actividades laborales, que seguimos atendiendo, más que para informarnos, opinar y discutir de política, eso nos produjo muchos nervios y sufrimiento. Uno de mis yernos, Prudencio persona cultivada y muy querida y valorada por su bondad y sus virtudes, se decantaba como persona “avanzada” y eso lo alejó de la familia y emponzoñó su matrimonio, pero hoy gracias a Dios se han curado esas heridas.

Pablo se examinaba en el instituto de Avilés, para no coincidir con sus alumnos que se examinaban en el instituto de Oviedo. Ese junio se perdieron las convocatorias de Enrique y Pablo. Juaco sí se examinó de asignaturas de la licenciatura de Químicas.

Hoy los aparatos de radio son de calidad y la emisión de programas es relativamente variada, también es cierto que las noticias se emiten por igual por todas las emisoras que se ven obligadas emitir las noticias de Radio Nacional, vulgarmente llamadas “El Parte”. Entonces, en el 36, no había esa censura de prensa, pero aunque había quien escuchaba la radió con su “galena”, la onda se iba y se venía y había que ir moviendo el electrodo por la piedra para no perder la emisión. En resumen las noticias la recibíamos en papel y en el boca a boca, el teléfono funcionaba entonces aun peor que ahora que es mucho decir. Me decían Andrés y paco que en Estados Unidos y en Cuba funciona estupendamente no sé cómo será, porque aquí como sabéis se pide una conferencia a la telefonista y te contesta que la demora es de… puede ser desde minutos hasta bastantes horas.

A la tienda pasaban a verme antiguos compañeros del cuartel y aunque no soy persona de distraer mi atención cuando tengo trabajo, los de confianza pasaban a la trasera de la tienda y charlaban, yo me incorporaba cuando mi dedicación me lo permitía, allí sólo admitía, además de a los socios de la Comparativa, a los militares que me merecían confianza, generalmente oficiales. Los suboficiales que no se habían retirado cuando yo lo hice, casi todos por no tener la cualificación suficiente para hacer un trabajo civil, en una parte no despreciable creían ver en el Frente Popular una oportunidad de que apartaran a la oficialidad y ocupar ellos esas vacantes. 

Uno de los oficiales que venían a verme de vez en cuando era el teniente Álvarez, era ya viejo y estaba muy asustado. En realidad era un amigo de mi padre, más que mío, él había estado a sus órdenes en Cuba, en Cienfuegos y a la vuelta a la península enseguida había recalado en África donde había sido promovido a teniente. El Gobierno del Frente Popular no paraba de lanzar amenazas, mientras armaba a sus organizaciones adictas. Un día llegó El teniente Álvarez con un paquete, pasó a la trastienda y allí se encontró a Quique que había pasado a buscarme para acompañarme a casa a comer.

Álvarez abrió el fardo y mostró un sable de oficial de la guerra de cuba, con su preciosa águila en el pomo. Nos dijo que estaba preocupado porqué como habían prohibido tener en las casas armas blancas de más de 30 centímetros de hoja, temía que al ser él oficial, le registraran la casa y lo detuvieran por tener el sable. Que había intentado cortarlo con una lima, pero que era demasiado bueno para dejarse cortar por la lima. No sé si lo que yo aprecio de simbólico en la frase es apreciado por el lector.

Efectivamente el sable estaba arañado, no sé cuanto tiempo habrá dedicado el pobre anciano a cortar el sable, pero en resumen le daba pena tirarlo y venía a regalarnos el símbolo de su honor de oficial. Se quedó con el Enrique, está aun en mi casa y me ha dicho que es algo que trasmitirá a su hijo mayor. No me extraña que Enrique no se lo lleve porque ese chico, cuando yo lo traté a la vuelta de África, de Guinea, de Enrique y familia era pura dinamita, no se le ocurría nada que no fuera peligroso, creo que está mejorando, veremos como resulta, pero creo ver indicios de que será estupendo.

Del teniente Álvarez debo decir que era un personaje que podría haber pasado a inscribir su nombre en la historia de España con letras de oro. El era el oficial que organizó la defensa en la posición en que el cabo Noval perdió la vida y se convirtió en el héroe nacional de aquel momento. 

Ahora soy Joaquín Echeverría Alonso el que mete unas notas para aclarar el suceso histórico en que el cabo Noval pasa a ser nuestro héroe:

-La historia del cabo Noval llegó a España convertida en mito del patriotismo y el sacrificio en una campaña militar. Sus exequias se celebraron el 19 de abril de 1910 en la catedral de Oviedo y le fue concedida, a título póstumo, la cruz de segunda clase de la Orden Militar de San Fernando. Por doquier se constituyeron comités más o menos espontáneos para rendirle homenaje. Oviedo le dedicó una calle y se levantaron monumentos a su recuerdo en la ciudad de Oviedo, se colocó una placa en su casa natal y se alzó una estatua sobre su tumba, ambas, obra de Víctor Hevia Granda. También otras ciudades españolas le rindieron homenaje, como el monumento erigido en 1912 en la plaza de Oriente de Madrid, obra del escultor Mariano Benlliure. Por su parte, literatos le dedicaron obras dramáticas.

Yo estudié los documentos del consejo de guerra que se abrió para determinar responsabilidades y el teniente Álvarez aparece como la persona de mérito que organizó la defensa. La acción fue que ante un ataque por sorpresa de los moros, el cabo Noval, que había salido fuera del campamento para una necesidad corporal, dio la voz de alarma y eso dio tiempo a nuestros soldados para repeler el ataque. La presencia de un oficial veterano, curtido en combate, permitió mantener la serenidad y repeler la acción sin demasiadas bajas. Por lo demás el teniente Álvarez era una buena persona, inocente y confiado, pero un profesional de la milicia de los que dan confianza a la tropa y seguridad por su confiabilidad al mando.

 

Anterior
Anterior

33. correspondencia de mis hermanos en las fechas posteriores a La Revolución del 34.

Siguiente
Siguiente

31. La Academia San Isidoro.